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Gea

AL FINAL

AL FINAL  

 Estoy esperando la muerte. Es curioso, siempre me pregunté que sentirían los mayores en la etapa final de sus vidas. Pues ya lo sé. Simplemente espero el fin. Con rabia. Mentiría si dijese otra cosa. No quiero irme. Es absurdo pero pienso que eso no me puede pasar a mi... ¡que tontería!, le pasó hasta a Dios, o a su hijo, a quien quiera que fuese ese Jesús al que me he pasado media vida rezando.

Y mi marcha es evidente, casi puedo hasta olerla. Esta envoltura que es mi cuerpo, y que cada vez tiene menos que ver conmigo se empeña en abandonarme. Estoy casi ciega, apenas distingo bultos que se acercan o alejan. Paso los días sentada en esta silla pegada  al brasero y al radiador porque un frio gélido y siniestro se ha apoderado de mis huesos y  no hay manera humana de sacarlo de mi... Es ella, es la parca que va ganado terreno.

Mis piernas no me responden, ir hasta el baño (que ya es al único sitio al que voy) es un esfuerzo agotador, tanto que a veces ni llego. He oído a mi hija decir que va a pedir pañales... lloraría si tuviese fuerzas para hacerlo.

Es injusto, tremendamente injusto. Tanta lucha, tanto trabajo, tantas ilusiones, tantas peleas... y al final da igual. Ni pude cambiar las cosas por las que tanto sufrí, ni me morí por ello. Tuve que adaptarme y asumirlas... Miro hacia atrás y pienso en el derroche de energía que imnecesariamente vertí. Quien sabe si no las hubiese derrochado entonces quizás conservaría ahora alguna para no verme así.

Sé que no, que esto es inevitable. Es el deterioro final. Siento que ya ni cuento. Ni siquiera me piden opinión por lo que respecta a mi persona. Actúan como si fuese un bulto incapaz de tomar decisiones. La impotencia me desborda cuando los oigo discutir acerca de mi como si yo no estuviera o como si no entendiera, que es casi peor.

Y lo más terrible de todo es que la fuerza me ha abandonado   hasta tal extremo que no puedo ni protestar. Eso es lo paradójico, por dentro sigo siendo yo. Mi mente, aunque más lenta para algunas cosas sigue funcionando como antes. Las imágenes de mi vida se superponen unas tras otras y y es con esa mujer fuerte y capaz con la que me identifico, no con este deshecho que apenas puede cargar de mi. 

Nunca pensé que el sentimiento que acompañaría mis últimos días, estoy segura de que lo son,  sería el de la soledad. ¡Dios, que soledad tan terrible la de los viejos!, porque somos viejos. Nos llaman mayores porque piensan que si nos llamaran por la palabra que realmente nos corresponde nos humillarían. No es verdad, no humillan las palabras, sino los actos. Me humilla que me traten como si fuese deficiente, como si mi coeficiente intelectual hubiese mermado a la par que mi cuerpo. No es cierto, desgraciadamente no lo es. Y utilizo ese adverbio porque quizás sea por eso  por mantenerse intacto por lo que me siento todavía peor. Habrán mermado mis reflejos, pero mi capacidad no.

Pero da igual, este soliloquio no es más que otra prueba de ello, ¡cosas de viejas! casi los oigo decir. Ya no cuento para nada, por mucho que me esfuerze. Soy un estorbo. Al menos así me ven, lo noto. Les incomoda venir a verme. Revisan mi medicación con hastío... pues que no lo hagan. Quizás lo mejor fuese acabar de una vez y poner fin a este epílogo tan absurdo que me ha deparado la vida.  Cuando miro a mis hijos me cuesta creer que son los mismos a los que amamenté con tanto amor, a los que bañaba haciendo de ello una fiesta cada vez. Recuerdo los cuentos que mil veces acompañaron sus sueños...

Supongo que es inevitable todo esto. El ciclo volverá a repetirse con ellos. Solo pido que esten más preparados que yo para aceptarlo. Siempre fui tan independiente que quizás sea eso lo que me lleva a sentirme así.

...bueno, me ha venido bien este desahogo. Estoy más tranquila.Ojala y fuese ahora mismo. Me gustaría irme sin rabia, tranquila y en paz. Y ahora lo estoy. Cerraré los ojos y daré una cabezadita. Cada vez las doy con más frecuencia, a veces pienso que no son  más que un ensayo general del sueño eterno que me acecha. Ya, ya voy, apenas entorno los párpados y noto que me voy...lo que me gustaría es ya no volver... 

                                                                                           Concha Casas


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